Tontac@s, cómo ya habréis visto, esto no es una historia completa, son mini relatos Danna. Me parece más cómodo de narrar y espero que os gusten, os emocionen, y os hagáis fan fan fan de póster de estos relatos.
Os quiero.
Gracias por estar ahí <3

martes, 5 de febrero de 2013

Sin ti no soy nada...♥ (Parte 2)

- ¿Es usted familiar del sr. Daniel Martínez Villadangos?- Una voz procedente del pasillo hizo que me sobresaltara y volviera a la realidad.

Era un médico.

Me sequé las lágrimas y fui corriendo torpemente hacia él. Cuando llegué, me paré en seco y le miré con los ojos encharcados.

- Supongo que ya se espera la respuesta.- Dijo quitándose las gafas y limpiándolas cuidadosamente en su bata.

Pues no, no me esperaba ninguna respuesta. Bueno, sí, esperaba que me dijera que no me preocupara, que no temiera por su vida. Que tuviera esperanzas. Que se iba a poner bien. Una leve ilusión se apoderaba de mí, pero su actitud me asustaba.

- Verá...- Me miró a los ojos y se puso aún más serio.- Ya sabe que él llegó aquí bastante grave y que sus heridas eran bastantes profundas.-
Cada palabra que salía de su boca se hacía más dura y pesada. Cada frase se hacía más triste, cada vez mis lágrimas estaban más cerca, si es que no se me había escapado ya alguna. Cada vez, la poca esperanza que me quedaba se iba esfumando más y más.- Normalmente, es difícil salir de accidentes de este tipo, tan...- Paró un segundo y prosiguió.- Tan inóspitos como este... Y usted ha salido.- Intentó sonreírme, pero se puso serio enseguida. Sabía que esta no era la respuesta que yo buscaba.- Seré franco con usted.- Se tomó varios segundos para responder. Yo cogí toda la energía que pude.- Daniel no ha podido aguantar.- Mi mundo se paró en ese momento.- Daniel ha muerto. Lo... lo siento.- Me estendió su mano e intentó calmarme un poco.

Yo... Yo sabría muy bien cómo describir todo lo que sentí en ese momento. Mi mundo se había parado, todas las esperanzas se habían echo añicos, y los trozos de ésta me rompían el corazón en mil pedazos. Me había dejado sola, me había abandonado en este mundo en el que, sin él, ya nada tenía sentido. En el que todo se había vuelto negro en tan sólo un segundo. Lo había perdido, a él, a mi Daniel. A mi futuro marido y al padre del hijo que se enjendraba en mi cuerpo. Nos había dejado solos a los dos. Le necesitaba a mi lado.

No sé durante cuánto tiempo estuve llorando. Las lágrimas salían a borbotones por mis ojos y yo no me opuse a ello. Estuve aferrada a la bata de aquel médico, llorando todas las penas que cabían en mi interior. Durante un momento estuve a punto de desmayarme o de darme un ataque de ansiedad, todo esto me producía un dolor tremendo y la angustia y la tristeza se apoderaban de mí, pero aguanté, por Dani y por nuestro hijo.

Después un rato así, logré recomponerme y lo primero que le pedí a aquel médico fue poder verlo.

Él no se opuso, sabía que yo necesitaba verle, para despedirme, para verle una última vez, aunque para mí su recuerdo permanecerá presente durante toda mi vida.

Me llevó hasta la habitación dónde se encontraba su cuerpo.

Yo al verle fui corriendo hasta él. Le miré, sus ojos cerrados, su rostro tranquilo. Cómo si quisiera transmitirme que no pasaba nada, que estuviera tranquila. Que confiaba en mí, que sabía que aguantaría este dolor sin él. Que no le olvidara jamás, que él no lo haría ni dentro ni fuera de este mundo. Quería que supiera que le dolía abandonarme así pero que me seguiría queriendo allá dónde estuviera.

Yo comencé a llorar, a dejar escapar una riada de lágrimas por mis ojos, ahogando mi dolor y el de nuestro futuro hijo. Pero era el dolor el que me ahogaba a mí, el que acabaría conmigo tarde o temprano. ¿Cómo pretende que viva sin él? Sin su cariño, sin sus besos diarios, sin sus te quiero, sin sus tonterías... Sin él, sin mi Daniel... ¿Cómo voy a seguir viviendo a partir de ahora?

Estuve apoyada en su pecho durante un rato más, llorando a más no poder. A veces gritaba, llena de furia y de rabia, llena de dolor, de dolor mutuo. Le echaba de menos. La idea de perderle, de perderle para siempre me agujereaba el alma, mi corazón estaba más herido que todas las heridas de mi cuerpo. No podía soportar esto.

Me levanté y volví a ver su rostro. Dibujé una triste sonrisa en mi cara y le acaricié con cariño el pelo, se lo desvaraté un poco y recordé lo mucho que le gustaba eso, que le pasara las manos por su cabeza, que le acaricase el cabello. Recordaba su carita de niño, sus risas, sus ternuras. Esa risa que parecía infinita, que no se acabaría nunca, y sin embargo ese maldito accidente había hecho que esa sonrisa perfecta se apagase para siempre.

Le cogí de la mano y se la besé, observé emocionada que llevaba puesto nuestro anillo de boda, el que me regaló el día que me pidió que me casara con él. Ambos llevábamos uno con el nombre de los dos grabados en él. Una lágrima empapó el anillo y se esparcía por sus dedos. Cómo una nueva señal de despedida, como otro pequeño adiós lleno de cariño y a la vez de agonía. En él estaba la promesa que nos hicimos, esa promesa de un para siempre. <<Prometimos un para siempre.>>- Pensé-<<Y lo que Tonterías unió, no lo separá nadie, ni siquiera nos separará el cielo de la tierra.>>. Otra lágrima cayó en su mano. Y seguida de esa, muchas más.

Me sequé las lágrimas y le besé la mano por segunda vez. Puse su mano reposando en su pecho y mis ojos no hacían más que llenarse de lágrimas una y otra vez, cada vez que le miraba.

- ¿Quiere llevárselo con usted?- El médico se acercó hasta él, le quitó el anillo y me lo ofreció.

Yo solté un no rotundo, seco, de los más secos que habríais podido escuchar en toda vuestra vida. No quería que él se desprendiera del anillo, eso significaba que lo nuestro acabaría y no quería eso.

Cogí torpemente el anillo de la mano de aquel médico y me acerqué hasta Dani. Cogí su mano y le puse el anillo suavemente en el dedo corazón. Tantos recuerdos vinieron a mí en ese instante... Recordaba emocionada el día que nos los pusimos los dos. Fue en León, unos de esos fines de semana que cogíamos para los dos solos. Recuerdo cómo me sorprendió, primero me llevó a una de las montañas más bonitas e impresionantes del valle. Recuerdo vagamente el nombre... Bodón, creo que se llamaba. Recuerdo sus palabras cuando llegamos a la cima:

<<D: ¿Sabes por qué te he traído aquí, princesa?- Yo negué con la cabeza y sonreí.- Dicen que esta montaña tiene una leyenda.- Me acogió entre sus brazos y me besó.- Aquí vivieron una bonita historia de amor dos enamorados, un caballero leonés llamado Curieno y su amada, la princesa Polma.- Los dos mirábamos el horizonte mientras él hablaba.- Cuentan que su amor fue el más inmenso e infinito de todos, nadie se amaba cómo ellos dos.- Yo posé mi cabeza en su pecho mientras él me abrazaba.- Ahora dicen que ese amor, el más verdadero e infinito, fue superado por otros.

A: ¿A, sí?- pregunté inocentemente.- ¿Y quienes fueron los que superaron ese amor?

D: Pues dicen que un caballero leonés llamado Daniel y su amada, una princesa de Mollet llamada Anna.- Me hizo sonreír.- Cuentan que su amor es ahora el más grande del mundo y que nadie, jamás, logrará superarlo.- Terminó de hablar y nos besamos, tumbados en la hierba, con ese paisaje mágico que nos rodeaba.

El viento nos despeinaba los cabellos, como si nos quisiera acompañar en esta sinfonía de amor de cuento. Una sonrisa se dibujaba en nuestros rostros mientras probávamos los labios del otro.

Era todo increíblemente perfecto. Los dos perdidos en nuestra propia pasión, en un bosque lleno de leyendas e historias por contar. La nuestra ya había quedado marcada allí, nosotros seríamos otra leyenda más. El caballero y la princesa. Nadie llegaría a amar cómo nosotros lo habíamos hecho. La sonrisa de uno provocaba la del otro. Nos queríamos, nos amábamos y creíamos en un amor infinito con miles de historias de amor que quedarían escritas en el libro que es la vida, cada día pintábamos un infinito en una página, así se formaba nuestro amor. Creímos en un para siempre, en todas las cosas que nos quedaban por vivir juntos, siempre juntos. Nadie nos separaría.

D: Mi princesa de Mollet, mi rubia, mis ojos azules, mi amor...- Se levantó y sacó algo de su bolsillo. Yo también me levanté y me puse frente a él.- Quiero vivir toda mi vida junto a ti. Porque sé que me he enamorado de ti ciegamente, desde que te vi aparecer por la puerta, aquel primer día en Tonterías Las Justas.- Posa su mano en mi mejilla.- Quiero verte sonreír cada día y sin un día no sonríes, yo te ayudaré a hacerlo. Quiero crear una familia contigo, quiero hacer miles de cosas, pero quiero que tú seas mi acompañante en esta vida. Quiero formar una vida a tu lado.- Yo coménce a emocionarme y él me besó en la mejilla.- Princesa, quiero casarme contigo. No me importa envejecer, pero sólo si tú estas a mi lado.- Varias lágrimas comenzaron a recorrer mi rostro. Él me las secó suavemente con sus dedos.- Prometimos un para siempre, princesa. Quiero hacerlo realidad. ¿Qué dices, mi vida?- Se arrodiló frente a mí y me entregó una alianza.- ¿Quieres casarte conmigo?

Yo me quedé conmovida. Le miré y vi en sus ojos verdes un brillo especial. Me sonreía. Yo también lo hice y le entregué mi mano en forma de respuesta.

A: Sí, quiero formar una famlia contigo. Quiero ser parte de tu vida. Quiero casarme contigo. Te quiero Daniel.- Los dos nos miramos emocionados y sonreímos.

Me cogió de la mano y se disponía a ponerme la alianza en el dedo corazón.

D: ¿Estás segura que quieres formar una vida conmigo?- Sonrió.- ¿Con un caricato, pelopincho, leonés, que no hace más que tonterías?

Le observé sonriente de arriba a abajo. Su camisa de cuadros, sus vaqueros y sus converses. Sí, quería y amaba a este hombre. Daría mi vida por él.

A: Tonterías, pero las justas.- Los dos reímos.- Sí, te quiero tal y cómo eres. Con tus tontadas de niño pequeño, con tus risas diarias, con tus cabreos, con tus dudas y con tus brotes de pasión, pero te quiero, y eres todo cuánto necesito en esta vida.

Él, arrodillado ante mí y cogido de mi mano, comenzó a ponerme la alianza en el dedo corazón. Nos mirábamos sonrientes y emocionados por esta gran aventura que viviríamos juntos de nuevo.

D: ¿Para siempre?

A: Para siempre.- Y se levantó a darme un beso.

Poco después yo le puse a él el suyo. Lo celebramos haciendo el amor a los pies de un árbol. Devorando la pasión y haciéndonos notar en todo el bosque. Nuestros gritos se oyeron en todo el valle. Estábamos creando una leyenda. El caballero y la princesa celebraban su amor. Ese amor que nadie rompería.>>

- Nadie.- Susurré y cogida de su mano, se lo transmitía por telepatia. Con esperanzas a que esa energía llegase hasta el cielo.

 

Hace ya algunas desde que salí del hospital. Aunque la ansiedad que sentía se ha ido esfumando poco a poco, las lágrimas no han cesado ni cesarán por el momento. Me siento rota. No sé hacia dónde ir. No sé qué hacer. Sólo sé que le quiero y que le echo de menos. Que le necesito a mi lado, cómo siempre.

Seguramente, él estará orgulloso de mí. Observando cómo lucho, sabiendo que le siguo queriendo. Ya no puedo más, ya no puedo caminar más. Me he cansado de andar sin rumbo. Todo lo veo en blanco y negro. Me siento en un banco, y observo el paisaje llorando. Y me pregunto, ¿cómo alguien tan joven puede morir así? Y entonces recuerdo aquella frase: << La muerte puede llegar cuando todo está bien para llevarse a alguien débil sin impotarle el resto.>>

Y sí, es lo que me ha hecho. Me lo ha quitado, para siempre. Siento que no puedo más, y es cuando noto a mi hijo moverse. Una mínima sonrisa sale de mi boca, y hablo. Sé que no me va a responder, pero siento esa necesidad.

- Dani... se ha movido... Otra vez...

Las lágrimas vuelven a mis ojos. Y de repente, no sé cómo, lo siento. Le siento a mi lado, en esa posición, manos en mi barriga, cabeza apoyada en mi hombro. Le noto darme un beso en el cuello, y me estremezco. Entonces, para ver si es real, me levanto y me giro. No lo veo. La gente me mira a mí, que, llorando, agacho la cabeza y me quiero morir. Sólo pienso en eso. Sé que no va a ser fácil. Que no podré vivir mucho más sin él.. Pero tengo a mi hijo. A nuestro hijo. Fruto de nuestro amor.

Entonces sonrío tristemente y le digo:

- ¿Sabes Dani? Vamos a tener un hijo. Se va a llamar Daniel, cómo tú. Cómo su padre.- Se me empañan los ojos al hablar.- ¿Y sabes otra cosa?- Una lágrima sale de mis ojos.- Que te quiere muchísimo y te echa mucho de menos...






3 comentarios:

  1. Tia...pero.que bonito y que triste... Snif snif!! Esto no se hace!!

    Me gusta como escribes preciosa

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  2. Acabo de descubrir este blog y he leído todo el capitulo llorando, y nunca me había pasado, bestial

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  3. Es precioso,pero tb muy triste :(
    Me has tenido llorando todo el capi,pero sobre todo con el final cuando se mueve el bebé y se lo dice a Dani y le siente a su lado.

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