Tan sólo recuerdo partes, fragmentos de aquel día. Del día del accidente. Recuerdo verme tirado en el suelo, sangrando en medio de la carretera. No sé en qué estaría pensando cuando me tiré allí para acabar con mi vida. No veía las cosas claras, no quería seguir con el sufrimiento del día a día. Toda la rutina me mataba, la realidad me aplastaba, y encima Anna y yo no conseguíamos tener un hijo. Por eso quizás quisiera acabar con todo sin importarme el resto. Pero lo que no sabía es que ella vendría a ayudarme a rescatarme. Oír su voz gritándome, desesperada. Pidiéndome que volviera a su lado. Y cuando cruzó la carretera... Maldita carretera.
Maldito sea aquel aciago día en el que decidí acabar con todo, con todos mis problemas y con toda mi ilusión por seguir aquí, junto a Anna ... el amor de mi vida. Me arrepiento tanto y es que el único culpable soy yo, el único responsable de que ella ya no esté soy yo, por estar tan ciego y por no importarme todo lo que dejaría atrás...
Aun es como si lo estuviera viendo. Anna corriendo hacia mí, yo me giré para mirarla y de repente todo se volvió oscuro, negro, y el sonido de un fuerte golpe me inundaba los oidos. Las imágenes pasan como diapositivas en movimientos por mi mente. Niego con la cabeza, las dejo pasar para no hacerme más daño.
Intento olvidarlo, intento no culparme aunque en realidad ese peso no me lo quitaré nunca de encima , porque fue mi culpa... de no ser por mí, ella seguiría a mi lado , seríamos felices y todo... todo sería mucho mejor. Anna era la única que conseguía hacerme feliz, era la única que me comprendía y sabía lo que me pasaba en todo momento.
¿Por qué lo hice? ¿Por qué tuve que arriesgar su vida? El que tendría que estar muerto soy yo, y ella llorando por mí. Aunque quizás eso sea demasiado egoísta, no sé. Pero su vida vale diez mil millones más que la mía y dejé que muriera por mí, por mi culpa. Soy un imbécil...
Soy un completo gilipollas me antepuse a todo y ella salvó mi vida al intentar evitarlo acabó pagando un gran precio, cuanto me gustaría retroceder en el tiempo unos días atrás para ver todo lo bueno que mi vida tenía: Anna, el equipo, familia, amigos... pero mi egoísmo pudo con todo, el pensamiento de abatimiento me cegó y he acabado chocándome contra la verdad misma.
Y lo peor parece que no ha acabado aún. Me encuentro en una sala de espera de un hospital. Me llamaron hace poco para informarme algo sobre el estado de Anna antes de morir. Y mientras mi mente me sigue torturando con recuerdos que se han marcado a fuego en mi memoria, pasan los minutos en esta diminuta sala de espera. Los recuerdos me están matando. ¿Cómo fui tan gilipollas?
¿¡Cómo pude dejarla morir así?! No lo entiendo, ahora ya sin ella no valgo nada, mi vida no tiene sentido si ella no está a mi lado, besándome, abrazándome, sonriéndome o tan sólo mirándome con esos hipnotizantes ojos azules que tanto me han perdido... No puedo creer que ya nunca más vaya a volver a verlos brillar de esa forma tan especial que tenían... Los minuto me matan, el rencor hacia mí mismo aumenta, mis ojos se encharcan de lágrimas de dolor. Un dolor que me mata por dentro a cada segundo que ella no está a mi lado.
Miro al techo beige intentando pedir consuelo. Pero nadie me responde. Nadie me ayuda. Mis ojos se encharcan en lágrimas cada vez más. Entonces la veo, su rosto angelical, sus ojos azules, sus labios rojos, su pelo rubio, su rostro, su mirada, de pena mezclada con una ternura melancólica.
- A.Anna...- Digo tartamudeando.- Te... echo de menos...- Alzo mi mano para tocar mi espejismo.
Ella me sigue la mirada, mueve los labios. Me está hablando.
- Te quiero Daniel, no lo olvides jamás.- Su voz suena hueca y triste.
Cae una lágrima al suelo, y detrás de esa, muchas más, van anegando aquella sala. Son mías. No aguanto más, todo esto me está superando. Yo debería estar muerto y ella aquí, viva. Con esa sonrisa. Esa sonrisa inmortal.
- Anna... Lo siento... Todo esto es culpa mía...- Digo entre lágrimas.
- Shh, calla mi pequeño.- Mis latidos aumentan al igual que mi ansiedad. Las lágrimas no cesan, ni lo van a hacer por un tiempo. Me ahogo, no puedo más. Entonces la siento cerca de mí.
- Mírame.- Me ordena dulcemente. Y fijo la mirada en sus ojos azules de cuento.
Es entonces cuando me besa en los labios y sella este final. No, no hay final. Dijimos para siempre, no es así? Nuestro amor sigue latiendo.
- Te amo Annita...- Le susurro.
Ella me sonríe y me dedica una última mirada. Y me dice:
- Dani, no llores.- No puedo aguantar las lágrimas.- Porque, ¿sabes qué? Estoy embarazada, vamos a tener un niño...
Esa frase, esa última frase me hiela el corazón. Esa era la noticia del médico... Estaba embarazada.
Maldito sea aquel aciago día en el que decidí acabar con todo, con todos mis problemas y con toda mi ilusión por seguir aquí, junto a Anna ... el amor de mi vida. Me arrepiento tanto y es que el único culpable soy yo, el único responsable de que ella ya no esté soy yo, por estar tan ciego y por no importarme todo lo que dejaría atrás...
Aun es como si lo estuviera viendo. Anna corriendo hacia mí, yo me giré para mirarla y de repente todo se volvió oscuro, negro, y el sonido de un fuerte golpe me inundaba los oidos. Las imágenes pasan como diapositivas en movimientos por mi mente. Niego con la cabeza, las dejo pasar para no hacerme más daño.
Intento olvidarlo, intento no culparme aunque en realidad ese peso no me lo quitaré nunca de encima , porque fue mi culpa... de no ser por mí, ella seguiría a mi lado , seríamos felices y todo... todo sería mucho mejor. Anna era la única que conseguía hacerme feliz, era la única que me comprendía y sabía lo que me pasaba en todo momento.
¿Por qué lo hice? ¿Por qué tuve que arriesgar su vida? El que tendría que estar muerto soy yo, y ella llorando por mí. Aunque quizás eso sea demasiado egoísta, no sé. Pero su vida vale diez mil millones más que la mía y dejé que muriera por mí, por mi culpa. Soy un imbécil...
Soy un completo gilipollas me antepuse a todo y ella salvó mi vida al intentar evitarlo acabó pagando un gran precio, cuanto me gustaría retroceder en el tiempo unos días atrás para ver todo lo bueno que mi vida tenía: Anna, el equipo, familia, amigos... pero mi egoísmo pudo con todo, el pensamiento de abatimiento me cegó y he acabado chocándome contra la verdad misma.
Y lo peor parece que no ha acabado aún. Me encuentro en una sala de espera de un hospital. Me llamaron hace poco para informarme algo sobre el estado de Anna antes de morir. Y mientras mi mente me sigue torturando con recuerdos que se han marcado a fuego en mi memoria, pasan los minutos en esta diminuta sala de espera. Los recuerdos me están matando. ¿Cómo fui tan gilipollas?
¿¡Cómo pude dejarla morir así?! No lo entiendo, ahora ya sin ella no valgo nada, mi vida no tiene sentido si ella no está a mi lado, besándome, abrazándome, sonriéndome o tan sólo mirándome con esos hipnotizantes ojos azules que tanto me han perdido... No puedo creer que ya nunca más vaya a volver a verlos brillar de esa forma tan especial que tenían... Los minuto me matan, el rencor hacia mí mismo aumenta, mis ojos se encharcan de lágrimas de dolor. Un dolor que me mata por dentro a cada segundo que ella no está a mi lado.
Miro al techo beige intentando pedir consuelo. Pero nadie me responde. Nadie me ayuda. Mis ojos se encharcan en lágrimas cada vez más. Entonces la veo, su rosto angelical, sus ojos azules, sus labios rojos, su pelo rubio, su rostro, su mirada, de pena mezclada con una ternura melancólica.
- A.Anna...- Digo tartamudeando.- Te... echo de menos...- Alzo mi mano para tocar mi espejismo.
Ella me sigue la mirada, mueve los labios. Me está hablando.
- Te quiero Daniel, no lo olvides jamás.- Su voz suena hueca y triste.
Cae una lágrima al suelo, y detrás de esa, muchas más, van anegando aquella sala. Son mías. No aguanto más, todo esto me está superando. Yo debería estar muerto y ella aquí, viva. Con esa sonrisa. Esa sonrisa inmortal.
- Anna... Lo siento... Todo esto es culpa mía...- Digo entre lágrimas.
- Shh, calla mi pequeño.- Mis latidos aumentan al igual que mi ansiedad. Las lágrimas no cesan, ni lo van a hacer por un tiempo. Me ahogo, no puedo más. Entonces la siento cerca de mí.
- Mírame.- Me ordena dulcemente. Y fijo la mirada en sus ojos azules de cuento.
Es entonces cuando me besa en los labios y sella este final. No, no hay final. Dijimos para siempre, no es así? Nuestro amor sigue latiendo.
- Te amo Annita...- Le susurro.
Ella me sonríe y me dedica una última mirada. Y me dice:
- Dani, no llores.- No puedo aguantar las lágrimas.- Porque, ¿sabes qué? Estoy embarazada, vamos a tener un niño...
Esa frase, esa última frase me hiela el corazón. Esa era la noticia del médico... Estaba embarazada.































